miércoles, 29 de abril de 2009

Mi hija


MI HIJA

Esta mañana he ido a visitar a una de mis hijas hasta el medio día. Mientras aquel medio día penetraba en el vestíbulo de mi casa y me sumergía en la fría cavernosa atmósfera, entre oscuras advertencias de mil cosas incomodas y odiosas, mis pensamientos estaban ocupados en mi hija Esperanza. Sentía que la quería, recordaba su rostro bondadoso, que recordaba a una lavandera, es un rostro simpático. Lo que atrae de ella no es su persona, sino otra cosa: su manera de ser que se refleja en todas sus hazañas, un cierto modo de vivir audazmente, una desenvoltura ante el peligro y la adversidad, una seguridad en las pequeñas cosas prácticas de la vida, con el dinero, con las tiendas, con los talleres, con las mercancías y los precios, con la cocina y la ropa. Esperanza, a quienes los golpes de la escuela de la vida no parecen doler enseguida se hace amigo de taxistas, sirvientes y obreros, está en el mundo de otra manera, más segura; es como quien dice, adulta. Sabe cuando gana su madre y sabe sin duda otras muchas cosas de las que yo no tengo experiencia. Se ríe de expresiones y de chistes que yo no entiendo. Y ríe de un modo inalcanzable para mí de forma alegre y hermosa, pero indiscutiblemente adulta y femenina.

No sirve de nada el que yo sea más inteligente que ella, que sepa más de la escuela de la vida. Como no sirve de nada ir mejor vestida, peinada. Al contrario estas diferencias le favorecen. Muchachas como ella pueden penetrar sin ninguna dificultad en este mundo que flota ante mis ojos, en fantástico claroscuro, mientras para mi esta excesivamente cerrado y cada puerta debo de conquistarla a fuerza de crecer, y de infinitos años en la escuela de la vida, de exámenes y ardua educación.

Naturalmente muchachas como ella que encuentra en su camino además de herraduras, dinero, trozos de plomo, gana una cantidad para sus gastos y propinas y regalos, y, de cualquier manera prospera.

Siempre se presiente el amor hacia mis hijas, pero con Esperanza tenemos un fondo común, es solo nostalgia de aquel mundo. Una de las cosas que aprecio en Esperanza es su gran secreto, gracias al cual está más cerca de los adultos que yo, con mis sueños; vive en un mundo sin velos, con la verdad desnuda. Y presiente la decepción: nadie conseguirá arrebatarle su secreto ni la llave mágica para entrar en su vida.

Acababa de dejarla. Sabía que se iba a su casa, cantando y alegre sin preocuparle ninguna nostalgia ni pensamiento, se que si tropezaba con las personas vería su vida enigmática, tal vez prodigiosa, tal vez culpable, no se siente ante ningún enigma o misterio, o ante ningún peligro, ante nada salvaje ni emocionante, sino ante algo natural, conocido y familiar para ella como el agua. Así es ella, yo en cambio siempre me quedare a su lado, llena de presentimientos.



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sábado, 18 de abril de 2009

Pensamientos de ida y vuelta



Pensamientos de ida y vuelta

Este es un dulce relato igual que un vergel, escrito como si se tratara de versos que se entrelazan, con una dulzura melosa, que me hace sentir en tan grato lugar, retenido como un sencillo lector, que va para acá para allá, que se para con el corazón lleno, a menudo sintiendo las gotas del roció que le mojan la cara, súbitamente frescas, y por la melodía errante rastreando a donde salta el tordo con sus tiernas patas.

¡Oh cuánta fuerza tiene tu blanca sencillez!
¡Qué fuerte y poderosa es esta amable historia!
Yo, que tengo sed siempre de gloria, en este instante, estaría contento con tenderme en la hierba mansamente, lo mismo que los melodiosos sollozos, solamente los oyen los tristes petirrojos.

La tierra no me puede mostrar nada más bello, sorda seria mi alma si pasase de largo una visión que tanto conmueve en majestad un espacio que ahora me lleva, como un vestido, la belleza que tú traes con la salida del sol. Barcos, copulas, torres, teatros, templos, quedan abiertos a los campos y al cielo resplandecientes, en el aire, sin humo, todo claridad.
Nunca tu sol ascendió más bello, hacía un esplendor primitivo, por un valle, una roca, un monte; ¡nunca vi ni sentiré una calma más honda!
El rió se desliza por tu dulce querer: ¡OH dios! Hasta las casas se dirían dormidas y todo ese poderoso corazón tuyo yace en calma.

Si levantas el vuelo de tus pensamientos, si jirones de versos que se dispersan en el aire, si el amor y el dolor has querido ocultar en novelas que son ironías y sarcasmos. Si haces que el publico entrechoque con otras personas como ellos, que si viven es gracias a tu aliento y que al pueblo hablas con voz tuya. Si una hoguera hay dentro de ti, la que enciende tu ingenio, que a los versos de bronce, humeante, hirvientes, da ese ritmo profundo que el misterio moldea y de el sale volando con sus alas de estrofas; es porque amor y muerte, gloria y vida, las olas furtivas que siguen sin cesar a otras olas, todo soplo o fulgor, o propicio fatal, sacas brillo y temblor al cristal de tu espíritu, tu alma que es de mil voces y a la cual puso dios en el centro de este mundo como un eco sonoro.



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